Peregrinación a Sumalao
Leyenda 1…
Una de las historias que intentan explicar el evento cuenta que a comienzos del siglo XVII, Don Gabriel de Torres y Gaete, volviendo del Perú, traía entre sus equipajes una copia del Señor de Vilque para su hacienda de El Pucará. Cuando atravesaba el paraje denominado “Sumalao”, la mula que traía el bulto se desprendió de la tropa y fue encontrada en el mismo lugar anterior. Los arrieros azotaron la mula para que siguiera, pero fueron en vano sus esfuerzos. Ante la situación, y como ferviente creyente, Gabriel de Torres interpretó que la imagen quería quedarse en aquel lugar. Se ordenó entonces que se descargara el cuadro y se lo dejara bajo un algarrobo al cuidado y culto de los lugareños.
Leyenda 2…
Otra historia cuenta que a mediados del siglo XVIII, el rey de España Carlos III, durante la colonización envió hacia América tres óleos de Cristo. Uno quedó en Cuzco -Perú- donde se lo venera con el nombre de Señor de los Temblores. El segundo está en Tacna -Perú-, y el tercero era para la provincia de San Juan -Argentina-. Cuando el Cristo “sanjuanino” salió del Cuzco, la caravana tuvo dificultades en Puno. Como no pudieron continuar, los viajantes dejaron el cuadro en la Parroquia de Vilque. Para cumplir con el mandato del rey, un anónimo artista cuzqueño hizo una réplica exacta del Cristo y el cuadro fue enviado hacia el sur a lomo de mula.
Por entonces, Sumalao era un paso obligado hacia el Virreinato del Río de la Plata, y lugar donde se cambiaban las mulas y realizaban ferias de trueques. En su época, la “Feria de Sumalao” fue considerada como la feria de mulas más grande del mundo.
Cuando los encomendados partieron hacia San Juan, uno de ellos tuvo que regresar porque la mula que llevaba el cuadro no estaba. Se la encontró en Sumalao, debajo de un algarrobo. Volvieron a recogerla y otra vez el animal se extravió y fue encontrado nuevamente en Sumalao, echado en el suelo bajo la sombra del mismo árbol y no se levantó hasta que no le sacaron el cuadro de su lomo.
Esto fue entendido e interpretado como una clara señal de que la imagen del Cristo quería quedarse en el sitio. Tan pronto como los fieles captaron tal deseo, erigieron una capilla al lado del algarrobo donde se echó la empecinada mula y así comenzó una leyenda que dura hasta nuestros días.
El lugar
Anualmente para la fecha, desde finales del siglo XVIII, desde distintos puntos misachicos y peregrinos convergen, desde distintos puntos, al santuario.
Esta tradición constituye una de las manifestaciones populares de fe más importantes y antiguas de todo el norte argentino.
Otras Efemérides relacionadas